Confederalismo.
Defendemos un modelo territorial confederalista, opuesto al modelo de Estado-Nación nacido de la Modernidad Capitalista. Entendemos que el Estado, como herramienta de opresión de clase, juega un papel fundamental en las sociedades actuales y que, por ello, merece un especial interés por parte de nuestra organización. Pero ello no nos lleva a concluir que hemos de tomar sus instituciones y sus parlamentos, dado que sabemos lo que ello conlleva. Se trataría, a fin de cuentas, de un enemigo a batir que necesitamos convertir en lo más débil posible para poderlo rebasar, superar. Pero esa “construcción de la debilidad” no se lleva a cabo desde los parlamentos y consistorios (no principalmente, al menos), sino desde la construcción, en oposición, de poder popular, del fortalecimiento de las estructuras y organizaciones de los movimientos. Todo esto ha de llevarse a cabo desde la consciencia de que el Estado no es un aliado con el que contar, sino un obstáculo al que se ha de vencer.
Esto es, defendemos la superación del Estado, su sustitución por una sociedad organizada en torno a instituciones de contrapoder democrático, capaces de hacerse cargo de la administración de los asuntos comunes. En consecuencia, Apoyo Mutuo trabaja por construir un pueblo fuerte para posibilitar otro mundo.
Nuestro modelo territorial se enfrenta a las fronteras definidas por los Estados-Nación, que tienden a la homogeneización cultural y a la segregación. Un modelo confederal, que parta del mismo barrio o el municipio, estableciendo una organización de abajo hacia arriba y en el que la diversidad sea acogida y potenciada en su mismo seno, es el modelo más apropiado para una Modernidad Democrática.
Este modelo debe tender igualmente a superar una visión territorial basada en la ciudad como elemento vertebrador y extractor de recursos, que canibaliza al resto del territorio, algo particularmente visible en Aragón donde Zaragoza ha llegado a concentrar a más de la mitad de la población.
Democracia Radical.
Apoyo Mutuo defiende una sociedad radicalmente democrática, entendiendo esta democracia no solo como la existencia de canales de representación política abiertos, sino por un sistema que permita e incentive la participación de todo el cuerpo social en los asuntos públicos a partir de mecanismos de democracia directa y federal. Este concepto de democracia es incompatible con el capitalismo, que pone los medios de vida en manos de una clase social privilegiada, impidiendo el libre desarrollo social y político de la mayor parte de la población. Los países actualmente llamados democráticos son solo democracias formales; que introducen el sufragio universal para los órganos de representación, pero impiden el desarrollo de las bases materiales de la democracia.
La democracia equivale a sustituir las actuales estructuras de dominio y explotación por otras basadas en la propiedad y gestión colectivas de la riqueza social, así como en la socialización del poder político. Apostamos por un modelo de representación que impida el privilegio a través de mecanismos de control democrático como los siguientes:
- La co-representación: que integre a una mujer y a un hombre en cada puesto de responsabilidad.
- La revocabilidad: de quienes ejercen cargos de responsabilidad en cualquier momento, por parte de quienes les eligieron.
- La delegación mandatada: es decir, la vinculación de los representantes a las decisiones tomadas por los órganos que los eligieron.
- La rotatividad: que asumimos como organización, con un máximo de dos años en la duración de un cargo determinado.
Manejamos un concepto de democracia entendida como el gobierno del pueblo y para el pueblo, en el que se hace predominante la voluntad mayoritaria del proletariado. Una democracia que es necesaria e indispensable para la clase trabajadora y que puede entenderse como una sociedad en la que el pueblo tiene significativas oportunidades para tomar parte en la formación de la política.
“Un pueblo cuya única función política es elegir delegados no es para nada un pueblo, sino una masa, una aglomeración de individuos. La política, a diferencia de lo social y estatal, implica la articulación de las masas en asambleas generosamente tejidas, para formar un cuerpo político reunido en un foro, de racionalidad compartida, de libre expresión y de formas de toma de decisiones radicalmente democráticas”.
Sobre el confederalismo: «El municipalismo libertario se propone redefinir la política para incluir una democracia comunal directa, con voluntad de extenderla gradualmente bajo formas confederales, previendo asimismo un acercamiento diferente a la economía. El municipalismo libertario propone que la tierra y las empresas se sometan cada vez más a la disposición de la comunidad, o, más concretamente, a la disposición de la ciudadanía en sus asambleas libres y de sus diputados en los consejos confederales».
Murray Bookchin